La Estrella Flamígera, camino de Iluminación (I)


A L.·. G.·. D.·. G.·. A.·. D.·. U.·. 


VV.·. Navarros, a 9 de Abril de 6016 (v.·.l.·.) 


La Estrella Flamígera, camino de Iluminación (I) 


V.·. M.·., QQ.·.HH.·. :


Esta Estrella era la imagen de Horus, hijo de Osiris o el Sol, dios del tiempo y las estaciones, fuente inagotable de vida, brillo del fuego increado y origen de todos los seres. El simbolismo de la Estrella Flamígera descubre aspectos que tiene que ver con el Centro que irradia el fuego-luz y que para el iniciado es el corazón; centro que deberá tener presente a lo largo del camino iniciático, si no quiere extraviarse. Tendremos en cuenta, ademas, que la Estrella Flamígera tiene en el centro la letra “G” o la Yod, simbolizando ante todo el “germen de inmortalidad” o Luz.

La Estrella Flamígera o pentagrama irradia por sus cinco puntas : Gravitación, Genio, Gnosis, Geometría y Generación, símbolos del fuego interior del propio iniciado, el cual debe perseverar por los senderos de la búsqueda de la Verdad, simbolizadas en los cinco viajes de la Recepción del Compañero; estos viajes se hacen iluminados por la Estrella Flamígera y el brillo de la letra ”G”.

En este mismo pentagrama tenemos, ademas, representado el cánon estético conocido por el nombre de proporción áurea, que es precisamente la proporción entre la distancia de las dos puntas consecutivas de la estrella y la de las dos alternas. Esta proporción se expresa aritméticamente con 1´618, indicando la división armónica de un todo, de manera que de sus dos partes, la menor esté con la mayor en la misma razón que está con el Todo.

El camino de la Estrella es el camino iniciático por excelencia. En toda la mitología ella brilla con el “axis mundi”- eje del mundo -,y el acceso a la Estrella es el acceso a nuestra eternidad.

El norte de la estrella acoge el norte de iniciación, la tierra de peregrinación. Es al norte de la caverna del iniciado donde brilla la Estrella del viaje. La Estrella es tambien un laberinto, su trazado equivale al trazado del mandala tibetano, es decir a la búsqueda del centro, para ello el Masón ha de trazar la estrella de un solo trazo, sin levantar la mano. Empieza la estrella de cinco brazos en el punto de emanación, y se convierte, al fín del trazado, en el polo de reunión. Pararse durante el trazado significaría la muerte.

Hace falta dar cinco pasos para llegar a esa viva experiencia. A los tres pasos del Aprendiz, él añade un paso a la izquierda y otro a la derecha, para explorar la totalidad del espacio. La marcha del Aprendiz es rectilínea, la del Compañero es como el trazo del rayo, ese rayo de fuego que penetra la noche de nuestra inconsciencia...

El Compañero continúa su viaje en la Estrella, por el arte de su trazado. Este arte de la geometría simbólica que le hace entrar, día tras día, en la luz del símbolo. Sabe por haberlo hecho y rehecho muchas veces, que trazando el rectángulo mágico y el círculo en su centro, él inscribe el cielo en su tierra de hombre, esta tierra que debe salvar, esta tierra que él debe conscienciar. Él sabe que sin él, la creación no se continuará, que sin él el arquitecto no verá nunca su obra terminada. El Compañero sabe que es en el centro del laberinto de su peregrinación donde encontrará la Luz, pero sabe también, ahora, que esta Luz es consciencia y que esta consciencia, que está en el centro de él mismo terminará germinando. La luz que él encuentra es la que está dentro de sí mismo desde siempre, solo que no la veía, nacido-ciego antes de renacer a la visión.

La Estrella, es un atanor alquímico, ya que el Compañero, en sus viajes va a morir a sí mismo varias veces y seguidamente resucitar en cada punta de la Estrella. El Compañero morirá en la Estrella de cuatro elementos antes de encontrar la Iluminación en su punta-polo, en el eter de la verdadera Luz.

Y al igual que la Estrella se eleva a la altura de un sol resplandeciente derramando su Luz y sus energías, así puede el Compañero Masón elevarse en la conciencia de su propia naturaleza celestial y surgir por encima de su mortalidad en la Vida eterna de su espíritu inmanente.


Luis María Fernández M.·. M.·.

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