LA PALABRA PERDIDA


Según Rene Guenon “La Palabra Pérdida” es un símbolo que alude a la pérdida del conocimiento que la humanidad poseía en el tiempo mítico del Paraíso Terrenal. Se trata en cualquier caso de un oscurecimiento paulatino en el cual el paso del tiempo ha ido desvaneciendo la Tradición y el recuerdo del Estado Primordial. En cierta manera la búsqueda de la Palabra Pérdida de la masonería puede compararse con la búsqueda medieval del Santo Grial puesto que ambas son manifestaciones del deseo de retorno al estado primigenio.

La pérdida del antiguo conocimiento dio lugar al nacimiento de nuevas espiritualidades que se afanaron en buscar la verdad a través de lo que la masonería establece con el nombre de “palabras sustitutorias”, y que son simples ecos de ese antiguo conocimiento. Podemos poner de ejemplo el Caldero Celta de la Inmortalidad, que seguramente siguió estos pasos sustitutorios y a través de la apropiación que hizo el cristianismo se convirtió en el Santo Grial que recogió la sangre de Cristo y que actualmente representamos con el vino ceremonial que a su vez también proviene de tradiciones más antiguas puesto que era el símbolo dionisíaco más significativo. 

En la Tradición Hebrea la pérdida de la Palabra Sagrada, que era la del verdadero nombre de Dios, se sitúa durante la destrucción del Templo de Salomón y la dispersión del pueblo judío. En la tradición masónica la pérdida de la palabra se relaciona con la muerte del arquitecto Hiram-Abi que era junto al Rey Salomón y al Rey de Tiro Hiram los únicos que conocían sus sílabas por separado y solo ellos tenían el poder de pronunciarlas de manera que la ausencia de uno hacía imposible esta comunicación. Según Rene Guenon la Palabra Sagrada se escribe normalmente con 4 letras y se pronuncia con tres sílabas. De esta manera podemos comprender que una logia no puede abrirse sin el concurso de los tres maestros que recuerdan las tres sílabas sagradas y los tres vértices del triángulo pitagórico.

La pronunciación del verdadero nombre tetragramático, en los tiempos bíblicos fue sustituido por el de Adonaï. Guenon considera que una forma correcta para dicho nombre es Jehová y a pesar que no se conoce su verdadera pronunciación cree que es mucho más aproximado que Yahvé que es más moderno y solo posee dos sílabas.

En la tradición Hebrea no se permite invocar el nombre verdadero de Dios, se considera una osadía imperdonable y un acto de máxima soberbia porque conocer este secreto permite conseguir un poder inmenso al adquirir las características de lo nombrado y por tanto poder sobre él. En este sentido podemos recordar a Lilith que pronunciando enfadada el nombre mágico de Dios se elevó sobre los aires y huyó del paraíso. También podemos recordar a Isis cuando se las amañó para conseguir el nombre secreto del dios Sol con el fin de que ella y su hijo Horus ascendiesen en dignidad situándose más cerca de él en la cúspide del panteón.

En palabras de Henri Corbin el drama común a todas las "religiones" del Libro, o mejor dicho, a la comunidad que el Qorán designa como Ahl al-Kitâb, la comunidad del Libro, que engloba a las tres grandes ramas de la tradición abrahámica (Judaísmo, Cristianismo e Islam), puede ser designado como el drama de la "Palabra perdida". En efecto, todo el sentido de la vida está centrado para esta comunidad en el fenómeno del Libro santo revelado, en el sentido verdadero de este Libro; ahora bien, el sentido verdadero es el sentido interior, oculto bajo la apariencia literal, y desde el momento mismo en que los hombres desconocen o rechazan este sentido interior mutilan la integridad del Verbo, del Logos, y comienza el drama de la "Palabra perdida".

En este artículo hemos asociado la Palabra Perdida a la caída del hombre en su expulsión del Paraíso bíblico. De todos es conocido que la vía iniciática es un camino de retorno hacia él; una senda que nos obliga a transitar de las tinieblas a la luz como si de una escuela de aprendizaje se tratara.

La Tradición  nos enseñan a no conformarnos con ser meros espectadores de este drama y nos invita a sembrar y labrar las bondades del mítico paraíso en nuestra actual sociedad, combatiendo la injusticia para favorecer la restauración de libertad, la igualdad y la fraternidad entre todos los seres humanos.

Comentarios